Anatole France – LA ISLA DE LOS PINGÜINOS

La obra, escrita en 1908, es la visión escéptico-pesimista, recurso inverso a la utopía feliz de Sobre la piedra inmaculada (en una brilla la luz de la esperanza, en la otra ríe en falsete un sombrío pesimismo, dirá un crítico de la época), de una sociedad figurada cuyos habitantes son los pingüinos. Curioso animal el escogido que, de contorno y andares tan característicos, induce, por su aparente estupidez, a la sonrisa fácil, e incluso a la sorna. Caricatura, en opinión de muchos, del burgués emperifollado de finales del XIX y principios del XX, una suerte de ironía antropomórfica que da el juego preciso buscado por el autor.
De hecho, la alegoría animal anatoliana no es más que una sátira; parodia siempre amable y socarrona, que repasa la historia de Francia y de la civilización europea. Obra en la que denotan los ecos de autores como Rabelais, Mointagne, Voltaire y Jonathan Swift, y a su vez se anticipa a Orwell. El libro, visto así, se encuentra dividido en partes que recuerdan las de cualquier manual histórico al uso: Orígenes, Tiempos Antiguos, Edad Media, Renacimiento, Tiempos Modernos y, excepcionalmente, muestra de la voluntad moralizadora del autor, Tiempos Futuros.
«Después de habernos narrado France —escribe Roberto Giusti en Anatole France, el aspecto social de su obra (Ediciones Selectas América, Buenos Aires, 1920)—, con endiablado brío y acre ironía volteriana, inusitada en él, la historia de la Pingüinía, o sea de Francia, deteniéndose con particular complacencia en los acontecimientos de la tercera república y del asunto Dreyfus, cuando esperamos que dé un descanso a nuestros nervios fatigados por tanta necedad y tanta infamia, él en cambio concluye por desconcertarnos y abatirnos con el último cuadro, esa «historia sin fin» de los tiempos futuros, en la cual vemos hundirse las civilizaciones como castillos de naipes, para renacer penosamente a lo largo de los milenios y volver a hundirse sin remedio en la sima de las edades... ¿Qué desengaño de los hombres pudo inspirar a France este libro sin bondad ni entusiasmo, y ese apocalíptico epílogo?
La Isla de los Pingüinos, si admirable e ingeniosísimo, es un libro desolador, concepción de un nihilista desesperado, que después de haberse burlado a su gusto de todas las cosas divinas y humanas, por último, ya hastiado, siente el deseo de hacer saltar de un papirotazo este mundo loco y triste. En otros libros, en Sobre la Piedra Inmaculada y en La Rebelión de los Ángeles, el escritor admite una posible superación de la raza humana por otros seres que nos sucederían en el imperio del planeta, irguiéndose sobre las cenizas y las ruinas de lo que fue el hombre y su genio; en La Isla de los Pingüinos, sobre las ruinas de la civilización extinta sólo pastan los caballos salvajes, en tanto que en el seno de los siglos se engendra una nueva civilización, semejante a las anteriores e igualmente destinada a perecer».



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